Acostumbrados al gerente frío, al salteador, a la soltera triste no vemos lo diverso en lo que existe y el prejuicio nos niega el albedrío.
Así pues toda rosa no es estío y el invierno en llorar ya no consiste, más bien la lluvia es un árbol que asiste con riego y frutos a nuestro albedrío.
Así en ninguno habrá sólo vacío, nadie nació para no ser ni alpiste, ni piedra o corazón o poderío.
Mira al otro, quizás nunca supiste que a solas pudo estar y así, con brío, su prisma propio dio a lo que no viste...
Acostumbrados al gerente frío,
ResponderEliminaral salteador, a la soltera triste
no vemos lo diverso en lo que existe
y el prejuicio nos niega el albedrío.
Así pues toda rosa no es estío
y el invierno en llorar ya no consiste,
más bien la lluvia es un árbol que asiste
con riego y frutos a nuestro albedrío.
Así en ninguno habrá sólo vacío,
nadie nació para no ser ni alpiste,
ni piedra o corazón o poderío.
Mira al otro, quizás nunca supiste
que a solas pudo estar y así, con brío,
su prisma propio dio a lo que no viste...